Ayer, casi en el mismo instante en que el último plano de Gravity daba paso a una pantalla en negro, se encendían las luces de la sala 12 de Kinépolis perturbando la intimidad emocional de todos los asistentes; ese gesto tan feo y maleducado, equivalente a que te señalen mientras lloras, es una horrible e inexplicable costumbre que despierta una indignación proporcional al impacto de lo que acabas de ver. Aguanté la respiración, contuve mis pensamientos. Pasados unos instantes busqué a alguien que tuviera pinta de poder aclarar los motivos de la estúpida práctica. Le pregunté, me contó algo con poco sentido. Salí de la sala esperando a Bea, y volví a respirar.
Para cuando llegó Bea, tuve tiempo de constatar, y así hacerselo saber, que estaba “alucinando”. Ahora que tengo un blog y puedo expresar mis opiniones con relativa inmediatez, a menudo contamino lo que siento al terminar de ver una película con la vanidad de fantasear con lo que diré de ella. Ayer estaba genuinamente flipando, como cuando me llevaba mi padre al cine y no le debía nada a nadie; el impulso de querer compartir mi entusiasmo con el mundo era desinteresado y honesto. Y así le doy rienda suelta hoy, todavía flotando un poco.
Construida en un par de docenas de larguísimas tomas (que mejor sitio que el espacio, donde el eje cinematográfico no tiene el mismo sentido, para dejar que la cámara deambule), Gravity promete un futuro alentador para el cine: la tecnología digital no sólo no está reñida con lo humano, sino que es una herramienta que ofrece a las historias y personajes de siempre una nueva visión, una visión espectacular, relevante y conmovedora. Nada nuevo, vale, ¿pero cuánto hace que no venía una película a recordárnoslo? Los ejemplos más cercanos de los que dispongo son Jurassic Park y Toy Story (no, Avatar no). Tengo la impresión de que el cine (que le den a todo el fandom de Marvel y a la Comic-Con juntos) lo necesitaba desesperadamente.
Si os gusta el cine, si os gusta ir al cine, id a ver Gravity. Yo nunca he huido de un dinosaurio de 7 metros de altura temiendo por mi vida, y sin embargo el recuerdo de Jurassic Park es tan vivo como mis sueños. Gravity tiene esa facilidad, rara incluso dentro de un medio propenso a ello, de sumirnos en una experiencia. La televisión no puede hacer eso, y tal vez es a lo que me refería hace un par de semanas cuando hablaba de Breaking Bad. Como dice el crítico estadounidense Mick LaSalle:
En la televisión algo [de Gravity] se perdería. Alfonso Cuarón ha conseguido una película excepcional cuyos ambiente, alma y profundidad están unidos a sus imágenes. Ver esas imágenes reducidas sería ver una película menor, incluso una película sin propósito.
Id al cine a verla. A un buen cine. Yo la veré otra vez, sólo que probaré en 3D. Soy escéptico, hasta ahora no he entendido el 3D, y desde luego dudo que pueda resultar más envolvente, pero estoy dispuesto incluso a convertirme.